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20-07-2014 |
La muerte de José Alanis, ”el Pepe Veneno”.
Carlos Revello
El teléfono nos trae la voz acongojada -que se quiebra al final- de Carlos “el Cafi” Acosta. Acaba de llegar a Suecia la noticia –éste sábado 19 de julio- de que acaba de fallecer en Montevideo José Alanis.
Hacía dos semanas escasas, había sufrido un derrame celebral al que la rápida intervención de un familiar había impedido su trágico desarrollo. Trasladado de urgencia, logró recuperarse y se restablecía en la casa de su hermano. Quedaba solo la amenaza de un coágulo de sangre que amenaza en la base del cuello y que se esperaba pudiera atenderse satisfactoriamente. Hacía escasamente 48 horas, su compañera y esposa, Beatriz, nos comunicaba en la plaza de Rinkeby las últimas novedades que todos esperaban serian satisfactorias y superadoras del mal paso. No fue así y hoy nos golpea la noticia de su fallecimiento.
Evocar su figura no es fácil. Era una personalidad múltiple. Polifacética.
Hombre de la cultura popular, encarada en la murga, su personalidad se fundía con el Carnaval uruguayo, donde cosechó sus logros mayores en la década del 70 al frente de la murga “La Soberana”. Sus versos y su voz, se fundían en la misma y le dieron el reconocimiento y el aplauso de las multitudes montevideanas.
Encaró con coraje, humor y sorna el aplauso colectivo y el odio de los gobiernos. Su couplet de la computadora tartamuda que pronunciaba las palabras prohibidas para los medios de comunicación (“que tupa, tupa”) se imponía sobre el silencio obligatorio, cargado de condenas, desafiando a los sesudos leguleyos de la represión desde las alturas y provocando las sonrisas cómplices del público.
Los gobiernos hacen las prohibiciones, las ejecutan con leyes y fuerzas represivas y policiales, pero el pueblo siempre puede violarlas y restablecer – con cordura y humor- la verdad, que intenta silenciarse u ocultarse.
Y a aquella computadora inicial, de hace más de 40 años, (“Querida computadora, que hasta parece que fuera humana, es una especie de hermana, en la que todos pueden confiar...”) imponía sus aspectos humanos, fallaba, se trancaba, tartamudeaba, con la evocación de los que en silencio luchaban y estaban condenados a no ser nombrados, por la torpeza de personajes gubernamentales que creían que con decretos podían silenciar las voces, la protesta armada, que todo el pueblo conocía.
José Alanís, el poeta, encaraba en la forma más popular, la vieja lucha de la Humanidad de abajo contra los Poderosos de arriba, en medio del Carnaval uruguayo. Ridiculizaba esos afanes liberticidas en la forma más contundente, demoledora y eficaz de la que es capaz el ingenio popular.
De ahí en más su fama estaba hechada, sancionada por el aplauso fervoroso del público y provocando el reconocimiento de colegas y la admiración de los representantes de la denominada “cultura seria” donde se refugian la intelectualidad del medio pelo nacional. Resolvieron el problema en la forma tradicional y clásica de “la democracia” de entonces, en el 73 le prohibieron a Alanis concursar.
Y, sin embargo, detrás del triunfo aquel, habia muchas cosas más.
No era un chispazo repentino de iluminación certera. Había detrás, una niñez de privaciones, donde la pobreza había dejado su marca, las injusticias habian sido sopesadas, meditadas y reflexionadas a profundidad.
Aquel Uruguay de los años 50, aquel paraiso de la igualdad social, aquella “Suiza de America”, aquella democracia que tras su relumbre engañador y falso con que los prohombres políticos de entonces, - y el coro acomodaticio que repetía sus autoengaños- estaba preñada de la necesidad de cambios urgentes.
Los que cuarenta años despues, los Sanguinetti, los corifeos de El Pais, los Lessa y otros conversos intentan pintar para las nuevas generaciones como “la democracia agredida” era una sociedad profundamente desigual e injusta, en la cual “el arriba” político imponía machaconamente la explotación cotidiana para el beneficio de una oligarquía que -colorada o blanca- se beneficiaba con los privilegios escandalosos, el robo descarado en la administración pública, los negociados y el fraude bancario a la cual asistía el público por la prensa diaria, cuando los hechos estaban cometidos y el acuerdo en las alturas tambien, para disimularlo y taparlo y proteger así a los estafadores, ladrones y delincuentes de cuello blanco.
Era “el pais de la cola de paja” que sigue siendo el país de la cola de paja,- ahora y después de tantas luchas- por obra de un gobierno “progresista” emperrado en no llevar adelante cambio alguno, más que los de los elencos políticos que viven de la “teta del estado”.
José Alanis entonces, encaraba en “la computadora” la conciencia cientifica colectiva, con todos los requisitos “de la objetividad” de la última palabra de la ciencia cibernética.
Porque aquel niño de los años 40, había crecido y luchado en aquella sociedad injusta con las solas armas de su inteligencia y su talento. Había intentado el boxeo y el teatro. Había conocido la poesía y el anarquismo de los cenáculos bohemios. Había canalizado –experiencias y conocimientos- en el Carnaval y la murga.
Ese fue José Alanis, mas conocido por su aguda prosa como el “Pepe Veneno”.
La irreverancia que cantó su “Soberana” fue castigada como merecía por las furias imponentes de los mandones. José Alanís fue a la prisión –que ya conocía de antes- porque fue moldeado en aquella sociedad, con todos sus pro y todas sus contras.
Y ya marcado para el futuro, cuando llegó la dictadura militar, fue necesario abandonar el terruño y buscar el camino del exilio, para proterse –él y los suyos- del odio de las alturas que no perdona y tiene la memoria larga.
Así llego a Suecia, donde lo conocimos y en cierta medida intimamos.
Dos características nos impresionaron entonces, dos de los rasgos que consideramos superan –en su personalidad- otros: su talento y su generosidad.
Su talento le permitió en un medio extraño –y al inicio hasta hostil- descollar en otros aspectos de su personalidad casi desconocidos fuera del ámbito de la murga y del carnaval. José Alanís, el “murguista”, el letrista perpicaz y hasta “venenoso”, era tambien poeta, pintor, dramaturgo, actor en la televisión sueca, y organizador de eventos colectivos. En todos esos planos ocupó un lugar destacado desde la localidad de Rinkeby, que fue el trampolín que lo proyectaria a escenarios nacionales, mayores. Fue en Suecia una personalidad de la cultura inmigrante y no fue una figura opaca. Cuando “la vuelta a la democracia”, durante el denominado “progresismo” le otorgó al final de su vida, el título de “personalidad ilustre” de la ciudad de Montevideo, no se hacia –solamente-honor a sus méritos en el terreno de la cultura popular nacional. Tambien se le hacía -por extensión- un reconocimiento a sus méritos fuera del país, en Suecia.
El otro rasgo de su personalidad que nos impresionó fue su generosidad. En el hogar del Pepe siempre hubo espacio, comida y cama, para cualquier compatriota que llegara a la puerta de su casa. Son innumerables las personalidades que desfilaron por ella. Hombres de la cultura popular como el Canario Luna, poetas, escritores (Carlos Liscano, actual director de la Biblioteca Nacional), músicos, dramaturgos, hombres de la escena o del teatro. Y conste, cuando señalamos esto, que José Alanís nunca tuvo cargos bien renumerados, ni disfrutó de riquezas. Su generosidad se alimentaba del desinterés propio, se practicaba a cargo de privaciones particulares, sin que su hidalguía las mencionara nunca. Lo sabíamos los que lo conocíamos de cerca y por eso, aquel rasgo, siempre sopesó y superó otros rasgos de su personalidad que a tantas discrepancias y enfrentamientos momentáneos nos llevó. Al final se imponía siempre, su grandeza, que se manifestaba en su generosidad.
Estos dos rasgos dominantes de su personalidad: su talento particular y su generosidad le permitieron alcanzar paulatinamente el reconocimiento público. En Uruguay y en Suecia. Pero tambien conocieron esos rasgos otros escenarios donde se agitaban las inguietudes de las colonias de perseguidos y exilados. Australia, a donde fue llamado por la colectivad uruguaya que residía allí, tambien conoció de su dedicación a la cultura popular.
Fue tambien hombre de radio, contribuyendo junto a un implacable censor chileno de Pinochet, Héctor Abarca, su director, en Jakobsberg, dejando para todos notas memorables y semblanzas. Se puede decir que su personalidad no se agotaba. Mas bien se expandía constantemente hacia nuevos horizontes y posibilidades. De la pintura, al dibujo, al collage, de ellos a las clases de pintura en la celebre “casona” de Rinkeby, donde tenía su gigantesco taller, estudio y salon de clases.
Fue en esa época donde logramos tener una relación más personal. Dirigiamos entonces Radio Sur, a la que Jose Alanis, aportaba con reportajes y entrevistas a los compañeros uruguayos del exilio que viajaban desde otras ciudades a Estocolmo. Y concurriamos tambien a la “casona” de Rinkeby donde tantos eventos –culturales y de fiesta- tuvieron lugar bajo su dirección. Allí concurrió muchas veces desde José Carbajal “el Sabalero” a Pepe Guerra y tantos otros más.
Ahora este hombre de personalidad multiple no nos deleitará más con su talento o nos hará discrepar o enojarnos con él por tantos otros motivos del momento.
Su desaparición física deja un formidable vacío no solo en Uruguay, sino tambien en Suecia donde fue un protagonista formidable en el plano de la cultura.
Se nos ha ido, Jose Alanis, “el Pepe Veneno” y deja un vacío que su personalidad exultante llenaba de vitalidad, iniciativas, chispa y no menos discrepancias y encontronazos. Y queda un formidable vacío. Sin “el Pepe” las cosas no seran iguales.
Vaya para Beatriz, su esposa y compañera de todos estos años un abrazo fraternal y dolorido. Y asimismo para su hijo Camilo.
Y vaya para Jose Alanis, el recuerdo de tantos momentos –gratos e ingratos- sabiendo que donde quiera que esté, estará la alegria, la fraternidad, el vino, los poemas, su anarquismo bohemio y las flores.
Adios, Pepe, “Abrazos de Soles” , también para vos
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